En teoría, una jornada laboral tiene principio y fin. En la práctica, para millones de personas esto ya no se cumple. Lo confirma el más reciente Work Trend Index Special Report de Microsoft, que pone datos a una sensación generalizada: el trabajo ya no termina cuando acaba el horario.
¿Qué es el “día laboral infinito”?
Se trata de un patrón que surgió con la expansión del trabajo remoto, pero que hoy se ha vuelto estructural. Ya no trabajamos más horas solo por exigencia, sino por una suma de factores que mantienen la mente conectada a temas laborales mucho más allá del horario tradicional.
Datos que retratan una nueva normalidad
Los datos recogidos por Microsoft a través de su ecosistema Microsoft 365 son reveladores:
- Inicio prematuro: El 40 % de las personas que están activas a las 6 AM lo están revisando correos de trabajo.
- Hipersaturación matutina: A las 8 AM, Teams ya se convierte en el principal canal de interacción, y los usuarios reciben un promedio de 153 mensajes por día.
- Reuniones sin control: Entre las 9 AM y las 3 PM se concentra la mayor parte de reuniones. Más de la mitad se programan sin invitación oficial, y 1 de cada 10 de forma espontánea.
- Extensión nocturna: Las reuniones luego de las 8 PM han aumentado un 16 % comparado con el año anterior.
- Trabajo en fines de semana: Alrededor del 20 % de los empleados revisa correos antes del mediodía del sábado o domingo.
- Interrupciones constantes: En promedio, durante el horario central de trabajo, una persona es interrumpida cada 2 minutos.
¿Qué está en juego?
Este patrón no solo erosiona el bienestar personal. También atenta contra la calidad del trabajo y la capacidad de tomar decisiones profundas. Si el día laboral ya no tiene borde, el foco se dispersa, las prioridades se difuminan y la energía se consume antes de que llegue lo importante.
El papel de la tecnología: ¿aliada o amplificadora?
La misma tecnología que permite flexibilidad, también amplifica la sobrecarga si no se gestiona bien. El estudio apunta que la inteligencia artificial puede ayudar a automatizar tareas menores, liberando tiempo para enfoques más creativos y estratégicos. Pero si no se equilibra esa automatización con una reducción real de carga, lo que hará la IA será simplemente crear espacio… para más trabajo.
¿Hay salida?
Sí, pero no es automática. Exige rediseñar rutinas, límites, dinámicas de equipo y herramientas de trabajo. Entender el fenómeno es el primer paso. A partir de ahí, cada organización —y cada persona— debe preguntarse: ¿qué tanto estoy replicando este modelo? ¿Cómo puedo empezar a cambiarlo?